domingo, 21 de septiembre de 2014

El Sombrerero Loco

Mark Ryden

Para Avispada, amiga y luz...



El Sombrerero Loco grita NO HAY SITIO, NO HAY SITIO. No hay sitio para nosotras en su merienda eterna, pero le gusta que le veamos masticar. Por eso nos sienta en el Jardín Muerto, pequeñas Alicias de sonrisa inerme. Los miércoles se pone la cabeza de Oso y come hasta que le tiembla el vientre enorme, lleno de lamparones y migajas. Deglute mantecados y jamón pero anhela husmear nuestras entrañas. Quiere abrirnos como ostras y llorar pálidas lágrimas de Morsa y empaparnos los tuétanos con su misericordia insaciable.
Nosotras, Alicias desamparadas, cambiamos corriendo de silla mientras nuestros úteros clausurados repiten en un susurro "no hay sitio, no hay sitio".... 
El Sombrerero Loco se cambia de cabeza a las seis de la tarde. Las tiene en un cesto, una por cada Pecado... De Cabra, de Perro, de Mulo para las noches de verano, de topo cegado por el oro, de Liebre en celo. Se pone una dorada los Domingos y vomita entre arcadas palabras demasiado grandes para su gaznate. Amor, Familia, dice, Entrega... 
   
Cobardes, temerosas, sentadas como niñas obedientes con las manos en el regazo, tenemos los nudillos blancos de apretar la Angustia, rogamos a Dios que nuestro vientre sólo conciba el pago de la hipoteca.

Cuando llega la Navidad se corona de Reina Roja y juega a decapitaciones. 

No hay sitio, no hay sitio...

Nosotras, Alicias enloquecidas, cambiamos veloces de silla en el jardín muerto.