jueves, 24 de enero de 2013

Los Ojos de mis Ojos están abiertos.


 
 
 
Conocí a William Blake (y a Tennyson) gracias a las citas con que Agatha Christie encabezaba algunos de sus libros. A veces, aunque no sea éste el caso, las citas son lo mejor de una novela. Así también fue como conocí a Cummings, con este verso que encabezaba un capítulo en un libro que nada tenía que ver con él: Los ojos de mis ojos están abiertos...
Menospreciamos el poder de las palabras, aunque a menudo sean lo único que tenemos. Cada una de ellas es un hechizo, siempre poderoso. Dices los ojos de mis ojos están abiertos... y de inmediato sabes que los has tenido cerrados durante demasiado tiempo.
Pero sí, hoy los ojos de mis ojos están abiertos, los oídos de mis oídos despiertan... Porque hoy es el cumpleaños de la tierra, dice, del sol, es el día en que nace la vida, el amor y las alas...Y yo, que estaba muerto estoy vivo hoy de nuevo... El poema se deshace letra a letra en pura alegría de vivir y empapa de Vida cuanto toca a su paso, transformándolo en aquello que cuenta.  Gracias, Dios, por este día asombroso... Por todo lo que es infinito, es natural, lo que es Sí. Y al leerlo, por la propia magia de esas palabras, la gratitud llega y nos alza con su gozo de salmo.
Nos grita Confía en tu Corazón aunque los mares se incendien, y vive por Amor aunque las estrellas retrocedan...  Nos habla de un amor que puede abrirnos y cerrarnos como la lluvia a las rosas. Nos hace bellos y dichosos y sabios mientras le leemos. Sus versos nos acucian: no temas a la muerte, ni al futuro; arroja lejos tus miedos y tus dudas porque también después es hasta, porque hay algo en el aire de la primavera que huele a jamás y a siempre.
Y porque siempre que los hombres tienen razón no son jóvenes...
 
 

domingo, 13 de enero de 2013

La pequeña cerillera

 
 
 
Hoy he visto a la pequeña cerillera. No es pequeña ni vende fósforos. La veo encender una tras otra las llamas que le abrasan los dedos. Su resplandor ilumina el rostro desvencijado, el pelo tristemente pintado de amarillo. Extiende sus manos sobre el vientre y sonríe. Va a tener otro niño. Lo cuenta todo muy deprisa y se ríe mientras afirma que está loca. Aunque no lo está. Sólo profundamente perdida. Se ha lanzado a la vida como un coche sin frenos, como una locomotora que descarrila camino de un barranco: cada niño, un vagón más que conduce en ese viaje infernal hacia ninguna parte.
Te cuenta que le quiere, aunque él la trate mal.  Luego rectifica. No es que la trate mal, es que la quiere a su manera. Claro, no podemos olvidar eso. Hay tantas maneras de querer... Quizá el abandono, el insulto, el desprecio, el golpe, entre en alguna de ellas. Otro fósforo se consume mientras lo piensa. Uno más. Me pregunto cuántos le quedan, cuánto miedo le da la noche inmensa que aguarda tras esas luces diminutas que enciende y apaga sin cesar. 
Enciende y apaga.
Enciende y se apagan.

Se apagan.